Liberación de un malestar interno
Determinas donde está la vida con el presente, donde está el pasado.
1. Alejado del presente, te representas a ti mismo/a, hoy, con ese malestar. Puede ser un pensamiento reiterativo, una obsesión, un miedo, una emoción del tipo que sea.
Estás en tu adulto que decide observar el sufrimiento que está apareciendo. Sabes que todo sufrimiento es la antesala de un cambio para mejor.
Observas lo que sientes, le permites extenderse en tu cuerpo. Miras el malestar con ternura. Y cuando ya averiguas como se manifiesta en tu cuerpo, lo imaginas delante de ti.
2. Ahora te colocas dentro de tu síntoma, dentro de esa sensación física. Eres la sensación.
Te dejas mover, muy lentamente. Estás en vacío. Sin querer analizar ni entender. Distintas partes de tu cuerpo van a poder liberar un trauma retenido desde hace mucho, quizás incluso desde hace varias generaciones. No buscamos entender. No hacemos nada. Nos dejamos actuar, muy lentamente.
Puede durar varios minutos. Lo importante es el centramiento, el vacío. Si aparece una emoción, nos centramos más todavía. Lo sanador es el movimiento corporal. Puede que salga un sollozo o algo muy profundo. Nunca es melodramático. Es mucho más profundo que eso.
En silencio completo, silencio interno máximo.
Con la conciencia de la mirada comprensiva del adulto.
3. Llegará un momento en que viviremos una transformación: sin quererlo ni pensarlo, poco a poco el cuerpo se erguirá y nos iremos acercando muy lentamente a la vida. La sensación interna cambiará radicalmente.
El adulto y el malestar transmutado ya hacen uno.
La alegría, la fuerza, la rendición y la gratitud te inundarán.