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La violencia

Texto escrito por Brigitte Champetier de Ribes

Texto

La violencia


Brigitte Champetier de Ribes, febrero 2021

La paz es el fruto de una reconciliación. La reconciliación se consigue individualmente. El campo de resonancia creado por los individuos que se reconcilian atrae a otras muchas personas, haciéndoles cada vez más fácil esta reconciliación.

La nueva paz es siempre diferente de la anterior, a un nivel de desarrollo humano superior. Nos resistimos precisamente a ella por el nivel de exigencia, superior al que nos habíamos acostumbrado.

Para poder reconciliarnos con otros hace falta una división de opiniones. Confrontación que se va a transformar en deseo de superar la lucha de poder entre las dos tendencias, cada uno valorando aspectos de los valores ajenos y cediendo en una parte importante de los suyos.

Se trata de una actitud de mucha autodisciplina, lucidez y humildad, ya que el punto de partida es renunciar a nuestra convicción íntima de que nosotros tenemos la razón, es decir, de que yo como individuo necesito renunciar a tener la razón y me permito descubrir la verdad del momento aliándome con mi contrincante.

No es necesario de que el otro entre también conscientemente en esta búsqueda de concordancia. Los opuestos están unidos por el mismo hecho de su rechazo mutuo. Si uno se vuelve más agresivo en su rechazo del otro, ese último también se radicalizará. Por el contrario, si uno empieza a respetar al de enfrente, ese mismo pierde interés por la confrontación con el primero.

Respetar significa “volver a mirar”, es decir “mirar con interés”. Abrirse al otro, sin prejuicio, aceptar que el otro vale tanto como nosotros.

La violencia de uno es consecuencia del fracaso de los dos por respetarse.

Si bien es necesario que haya algo diferente, una oposición, una polaridad con las que armonizarnos para crear una nueva paz, el hecho de que una de las partes  llegue a la violencia habla de un fracaso en la vía del crecimiento conjunto.

La violencia de una parte llama a la violencia de la otra parte.

La violencia             

Uno levanta la voz cuando de repente se siente perdido, a merced del otro.

Cuando se cree sin recursos.

Cuando una memoria infantil de impotencia paraliza su capacidad adulta de adaptarse de un modo creativo a la nueva situación.

Cuando el otro le hace de espejo. Sólo enfada la gente que nos muestra lo que rechazamos de nosotros mismos.

Cuando él magnifica la dificultad para justificar su incompetencia.

Cuando renuncia al esfuerzo adulto de ver al otro como a un semejante.

Cuando decreta “o yo o los demás”, “mi supervivencia está en peligro por la existencia del otro”.

Cuando se oculta a si mismo su miedo a no ser visto, a no ser amado, a no ser estimado o a ser traicionado y decide aniquilar todo aquel y aquello que le recuerde ese miedo.

El camino de la reconciliación

No habrá inicio de reconciliación hasta que los dos no se consideren de igual a igual, primero en la ofensa mutua, luego en la “negociación”.

Se trata de un profundo trabajo de purificación y crecimiento individual.

Trabajo de todos los momentos, cada vez que nos encontramos incómodos, ofendidos, dolidos y enfadados.

Tomamos conciencia de la agresión que acabamos de sufrir y de nuestra respuesta automática. Podemos decidir en ese mismo momento entre ir a más en la escala de la agresión mutua o cambiar el rumbo de la relación iniciada.

Nos damos cuenta de que lo automático es dejarnos llevar por el ataque defensivo o la retirada pasiva y rencorosa.

Nos damos cuenta entonces de nuestra intención profunda, de nuestro deseo de venganza. Vemos el dolor antiguo que ha sido reavivado. Dolor que el otro desconocía, y del que solo nosotros mismos nos podemos hacer responsables a día de hoy. O lo asumimos o lo integramos. Hoy, somos adultos y es de nuestra entera responsabilidad ser o no capaces de reaccionar como en la niñez o como adultos frente a estos antiguos traumas que aun hoy resuenan.

Luego miramos al otro cómo nos hemos mirado a nosotros mismos. Con el mismo interés, la misma compasión. Sin quitar a nadie su parte de responsabilidad, pero sí, mirándolo como un ser humano con pleno derecho de vivir y manifestar su dolor.

Entonces descubrimos sus fidelidades, traumas y miedos. Entro en su visión de la vida, y la mía se expande. Acepto el reto.

Mi visión se hace mas creativa, menos fiel a mi pasado. Mi relación al otro ha cambiado.

Una relación tiene dos polos, si un polo cambia, la relación también cambia.

Si me abro al otro desde el adulto, el respeto y la compasión, el otro también empezará un camino hacia la reconciliación.

Las actitudes colectivas son la suma exponencial de las actitudes individuales correspondientes.

La vida nos propone ahora el desafío  de crear una actitud colectiva de colaboración y cooperación entre todas las fuerzas de la sociedad, antes de llegar al fracaso colectivo  de la violencia.

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